En octubre de 1.908 Lucien Briet visito el Valle de Nocito, hizo una descripción de este paraje en su libro Soberbios Pirineos. En la senda que va de Nocito a San Urbez podemos ver muros de piedra seca ( reciben este nombre porque se utilizaban mampuestos dispuestos sin argamasa), cumplían una doble función como delimitación de la propiedad y protección de los sembrados frente al paso de las ganaderías.

El personal se va congregando entorno al Santuario de San Urbez, este año una primavera lluviosa tiene el reflejo en el vigoroso verde que ha adquirido todo este valle, nos sentamos en la explanada contemplamos el paisaje,

al fondo el Cajico de San Urbez.

Al sur la Sierra de Guara, las tonalidades grisáceos de los canchales conviven con los verdes de la vegetación que poco a poco intentan ganarle terreno. El Tozal de Guara no escapa a las leyes de la naturaleza, todo lo que aflora sobre la superficie esta sometido a la acción de la erosión: el frío, el calor, la nieve, la vegetación, etc, de forma lenta pero constante va disgregándola. La vertiente norte del Tozal presenta una gran pendiente. Metros más abajo unos crestones de roca debido a su mayor dureza persisten a la pertinaz erosión. La naturaleza marcando su estacionalidad entre los tonos grises de las pedreras y verdes de los pinos da unas pinceladas de amarillo de los erizones.

En procesión

En procesión.

Comiendo en casa Ortas en Nocito. Ya por la tarde una nube en su peregrinar, saludando al sol se convierte en lluvia, envolviendo con una fina película el campo permitiendo reflejar los rayos del sol, una suave brisa mece las hojas de los árboles. Las gotas de lluvia actúan de prisma descomponiendo la luz solar.

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