A ORILLAS DEL GUATIZALEMA DE SIPÁN A CASTEJÓN DE ARBANIÉS


 
 
 
Hoy iniciamos nuestro caminar en tierras de Sipán, con la finalidad de acercarnos hasta esta localidad, saliendo desde Huesca tomaremos la N-240, a la altura del Estrecho Quinto cogemos el desvío dirección Bandaliés, tras pasar esta población en pocos minutos arribamos a Sipán. En el Saso entre verdes almendros y encinas permanece en silencio un crucero que bien vale la pena su visita, el fuste de planta octogonal se embute en un sillar cúbico, carece de cruz, aunque en una de las caras del fuste es visible una esculpida. Como en toda excursión llevaremos la indumentaria adecuada y seremos siempre conscientes de nuestras condiciones físicas.



   
Damos nuestros primeros pasos por una pista dirección este, desembocando en el río Guatizalema, camino que baja por un pétreo estrato de arenisca entre muros de piedra seca que bordean alguna parcela de verde forraje que días antes había sido segado y recientemente empacado, entre un pasadizo de frondosas carrascas llegamos a un bonito puente medieval, nos detenemos con la finalidad de contemplarlo, construido con sillería, consta de un único arco ojival que arranca sobre roca arenisca, el pretil recrecido con hormigón, el tablero con un cierto alomamiento, en el cual se aprecia algún tramo empedrado, en la vertiente este el apartadero y el pretil de piedra. Mª Teresa Iranzo lo data en el s XV. Naval opina que puede ser del siglo XIII al ser similar al de Junzano. En alguno de los sillares de las primeras hileras es bien visible los efectos de la pertinaz erosión, en su entorno próximo se distingue entre la vegetación el aterrazamiento del terreno para su cultivo, hoy dichas parcelas permanecen yermas.
 



   
 
En esta ocasión tomamos rumbo sur, la pista transcurre a orillas de río, escuchamos el alegre rumor de las cristalinas aguas, en algunos tramos se enclaustra entre la roca arenisca a la sombra de las carrascas. Vamos avanzando por la pista bordeada por campos de labor de cereal, moteados por pequeños tozales, en algunos de ellos grandes bloques de arenisca se han ido desprendiendo ladera abajo por la acción de la fuerza de la gravedad, conforme nos acercamos a Arbaniés se vislumbra el verde de algún campo de almendros, olivos y viñedos. Nos detenemos unos instantes, llegamos a unas parcelas en las cuales se combinan tres cultivos diferentes, los cuales dan fuerza al colorido de la acuarela, el dorado de las espigas del cereal, se saluda con el vigoroso verde de los pámpanos de un viñedo, rodeado por un campo de guisantes en el cual las amapolas lo han teñido de la calidez del rojo, para el agricultor es una hierba deleznable, pero en esta ocasión da una combinación de colorido inusual en estos parajes al bello lienzo.



   
El camino de modo intermitente pasa a estar limitado por muros de piedra seca, dejamos a nuestras espaldas una balsa de reducidas dimensiones, transitamos entre naves de uso agropecuario, también se aprecia alguna antigua construcción auxiliar derruida de mampostería y tapial, entramos en Arbaniés, puertas de acceso a las viviendas adinteladas, otras bajo arcos de medio punto de dovelas, zócalos y cadenas de sillería, tapial revocado, en una de las plazas en una casa están realizando trabajos de reconstrucción, la fachada se mantiene en pie, a través de sus diáfanos vanos podemos ver la pureza del cielo azul, gran zócalo de sillería, puerta adintelada con molduras. Tres balcones juegan con las simetrías, las puertas que les dan acceso con arcos de descarga de ladrillos.
 



   
 

Nos acercamos hasta la iglesia dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, puerta de entrada al oeste bajo arco de medio punto, dovelas cajeadas con guardapolvo, en el muro sur grandes sillares.
 
   
Al este ábside semicircular, consultamos el libro de José Luis Aramendía el románico en Aragón: “la nave central y el ábside semicircular románicos, que se cubren con bóveda apuntada y cuarto de esfera respectivamente. La parte románica se puede fechar en el último tramo del siglo XII.” En el muro norte ventana con arco conopial, en varios sillares hay oquedades cinceladas unas de planta cuadrada y otras rectangulares de escasa profundidad. La torre, de tres cuerpos, la primera de planta cuadrada y las otras dos octogonales, destacando las gárgolas zoomorfas.
   
A la salida del pueblo sobre una elevación del terreno permanecen en silencio los restos de una ermita, consultamos el libro de Adolfo Castán- Lugares del Alto Aragón “Ermita de San Silvestre levantada en 1850”.
   
De planta rectangular de sillería y tapial, los muros que mejor se conservan son los de orientación norte y este, el tejado no pudo resistir el paso del tiempo. Puerta de entrada bajo arco de medio punto con dovelas biseladas con guardapolvo, con orientación norte. En el muro este en la parte central se distingue una pétrea cruz encajada entre los sillares, en la cual se aprecia alguna inscripción, la base de sustentación de esta pared está deteriorada, es visible que se ha llevado a cabo algún trabajo de consolidación de los muros que permanecen en posición vertical, en especial en los esquinazos, y en la parte superior del muro norte. .
   
Otro elemento de interés en esta localidad es la cruz de termino del SXVIII, sobre planta cuadrada, en un sillar cúbico se embute un largo fuste.
   
Restos del azud de sillería del molino que se encuentra cauce abajo, todavía es visible algún sillar de grandes dimensiones rematado por pétreas losas, así como los sillares almohadillados de la acequia. .
   
Entre dorados campos de cereal nos aproximamos de nuevo a orillas del río Guatizalema, se vislumbra zonas de fructíferas huertas, resaltan los alineados “vallos” de las patatas y las cañas para el plantío, dándonos un buen ejemplo de la definición de líneas paralelas. Llegamos a las inmediaciones de los restos del molino harinero, estuvo en funcionamiento a principios del siglo XX, la insaciable voracidad de la maleza lo engulle por completo, podemos ver tras el tupido telón de vegetación los restos de alguna pared que a duras penas se mantiene en pie, oímos el rumor de las aguas, un muro de sillería conduce al elemento líquido hasta el edificio. El agua fluye por las inmediaciones pero ya no hace girar el rodete, no se vislumbra cárcavo alguno. Los huertos próximos a esta construcción derruida se les designan como los huertos del molino, sirviendo de este modo de reseña de la labor que se realizaba en antaño en esta edificación. .
   
Aguas abajo a la altura de los huertos de los “Cañamares” en la parte central del cauce del río hasta hace unos años permanecían anclados los restos de un pilar, tras una avenida se llevaron a cabo labores de limpieza del cauce, con dichos trabajos los restos de dicho pilar se desplazaron a la ribera este, donde permanecen varados mimetizados entre la exuberante vegetación.
   
En las proximidades del puente a mano derecha junto a la carretera destaca la boca de dos hornos de planta circular, la embocadura de mampostería, algún ladrillo y tapial, unas carrascas les hacen buena sombra, por el vial aledaño podemos subir hasta la parte superior y realizar una observación de su interior.
   
A orillas del Guatizalema nos despedimos, contemplamos su abundante caudal, escuchamos su alegre murmullo avivado por la lluviosa primavera, oteamos el frondoso entorno, ríos que allí por donde pasan dan vida, aglutinan poblaciones, tiñen de verde las huertas saciando su sed, aguas que en antaño eran la savia que daba vida a los molinos moviendo las piedras de moler, ríos que modelan el paisaje, ríos que cincelan la resistente roca abriéndose camino siglo a siglo, milenio a milenio. .
   
Documentación consultada: Mesas de interpretación de la zona. Lugares del Alto Aragón de Adolfo Castán, El románico en Aragón de José Luis Aramendía. www.sipca.es.
De Sipá a Castejón de Arbaniésl pag1 - pag2
 
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ww.marianoseral.com j. Mariano Seral