Chirrían
los goznes al abrir la diáfana verja al amanecer, dejando el
paso libre a los romeros que acuden puntualmente al eremitorio en su
cita anual, cada pueblecito con su bruñida cruz erguida, día
de reencuentro con el lugar, momentos de gastar buena conversación
con los vecinos, manos tendidas que se funden en un cálido saludo
tras el tiempo trascurrido esbozando una sonrisa en sus semblantes,
momentos de orar en este enclave que emana misticismo. Romeros que descienden
por el tortuoso camino, hasta llegar a la ermita, que busco el mimetismo
al abrigo del pétreo macizo, en un recoveco del nacimiento del
acantilado, mas la belleza del paraje trunco su anonimato. La azulada
Predicadera , el altanero farallón del huevo de San Cosme, el
espejo de Vadiello, el abrazo de la Sierra, presagian la belleza del
santuario. Los primeros dorados rayos solares se asoman con timidez
reverberándose en el espejo de Vadiello, en las bruñidas
hojas de la vegetación, en las bruñidas panzas del acantilado
tras la parca lluvia primaveral. Visitar la fuente Santa, tomando un
frugal refrigerio, fontana cuyas aguas sanadoras alimentan la devoción
de los romeros.
Recorrer con la mirada las panzas del vertiginoso acantilado con sus
recovecos, en alguno de ellos las cabriolas de alguna cabra retiene
nuestra atención, finalizando el altanero viaje visual en la
fachada del eremitorio, contemplando la hornacina que llora su soledad,
el reloj de sol que marca las horas con el saludo del astro rey, la
portalada de la ermita…...En su sombrío interior se escucha
un cántico de agradecimiento bajo la austeridad de la fría
roca, se filtran algún destello solar dejando en penumbra la
estancia, una parca fontana mana aguas milagrosas.
Chirrían los goznes de una verja al atardecer que se cierra hasta
el año siguiente.
Din, don, dan tañe la enmudecida campana en San Cosme y San Damián
en el recuerdo de las personas mayores.
Por
J. Mariano Seral